Museo de la Leche de Morcín. Un caso de gasto y fiasco.

Conferencia pronunciada por Rosa Trapiello en la Sociedad Económica de Amigos del país de Avilés, el día 4 de noviembre de 2022. Conocedora de los entresijos de la gestión cultural y del estado de la museística en Asturias, Rosa captó la atención de los asistentes desvelando unas verdades prácticamente ocultas tras el humo político y mediático. La parte final de esta espléndida conferencia, Rosa revela la gran ocasión perdida por Asturias ante la brillante gestión cultural que Natalio Grueso estaba llevando a cabo: en lugar de corregir los aspectos administrativos, se prefirió matar a la gallina de los huevos de oro.

Hablar de gestión cultural en Asturias y en concreto de los museos, es hablar en muchos casos de una mala, ruinosa e ineficaz gestión.

Pero no es el caso de todos los museos, sería imperdonable, por ejemplo, hablar de mala gestión en el Museo de Bellas Artes de Asturias, pues es un modelo de funcionamiento que tiene al frente un magnífico gestor, por lo tanto, a ese museo solo caben felicitaciones. Cuenta con exposiciones y un fondo interesantísimo y debería ser más visitado por los asturianos de lo que lo es. El Museo Arqueológico, el Museo del pueblo de Asturias, el Museo del Ferrocarril, las termas Romanas, y algunos más son muy interesantes y todos ellos con una buena gestión, sin ningún género de duda. 

Un museo es una institución sin ánimo de lucro, al servicio de la sociedad, que investiga, colecciona, conserva, interpreta y exhibe el patrimonio material e inmaterial, abierto al público, accesible e inclusivo. Un museo lleno de personas es un museo que goza de “buena salud”, y es cierto, porque atrás quedó la clásica idea del museo como depósito. Hoy los museos son estructuras vivas, abiertas a la participación ciudadana, concebidas pensando, no solo en el patrimonio que albergan, sino también en las personas que los visitan. De ahí que unos museos funcionen y otros no. Los museos necesitan objetivos. Hay que saber cuál es la meta a la que el museo quiere llegar y definir sus objetivos. Necesariamente debe ir más allá de la mera exhibición de contenidos. Existen en Asturias, Centros Culturales como el Antiguo Instituto en Gijón, Casas de Cultura que tienen salas de exposiciones donde se pueden ver muestras interesantes, pero no son un museo.

Voy a escribir sobre esos lugares, mal llamados museos en Asturias, pequeños en tamaño y grandes en gasto que los políticos se sacaron de la manga, hace muchos años para contentar Ayuntamientos y concejales y que aún continúan ahí, generando gasto y poco beneficio (cultural), claro está.

Es la historia de un pasado en Asturias, pero que es presente. En Asturias tenemos una red de más de 70 equipamientos culturales, centros de interpretación y aulas didácticas. Algunos no llegaron a abrir sus puertas, muchos otros funcionan a medio gas. Pequeños museos y centros de interpretación de toda índole, muchos de ellos cerrados por falta de recursos. De la pintura al mar, del hórreo al queso, del calamar al vino, todo en Asturias fue objeto de territorio museo. 

El museo del urogallo, de la trucha, del queso, de la vía Carisa y hasta del movimiento obrero en el pozo San Vicente, son museos construidos sin saber muy bien para qué o para quién, son los museos del despilfarro. Se construyeron museos sin sentido por valor de millones de euros. Algunos no tienen nada que mostrar y muchos se deterioraron sin llegar a inaugurarse. Los Ayuntamientos que habían solicitado la construcción de los museos, de repente, se dieron cuenta que carecían de fondos para dotar de mobiliario, de contenido y de personal a estos museos y centros de interpretación.

Además, el equipamiento de la mayoría de estos centros estaba condicionado a la obtención de fondos mineros o fondos europeos. Fueron los museos de la nada, millones de euros invertidos en ladrillos hicieron de Asturias un lugar lleno de museos que nunca lo fueron, centros de interpretación y de recepción de visitantes jamás abiertos, aulas didácticas en las que nada se enseña, viejas fábricas en perpetua fase de rehabilitación. Son el saldo de una abultada suma de obras públicas hechas con dinero público en la época de la bonanza económica y que después, en plena recesión y hoy en día, están infrautilizadas y en muchos casos abandonadas.

Podríamos empezar con el Museo de Fernando Alonso, en Llanera, con un coste de 5,2 millones de euros que es gestionado de forma particular. El Principado se hizo cargo de los 5,2 millones y una vez finalizadas las obras se entregó a la familia Alonso que lo gestiona. Este no es uno de los preocupantes, pues al fin y al cabo Fernando Alonso es un ídolo de masas y aunque un regalo de 5,2 millones sea sangrante, al menos está en funcionamiento y tiene visitantes. Al lado de éste hay, una larga lista de inmuebles que fueron despilfarro sobre despilfarro.

Sólo pensaron en construir a capricho de unos pocos sin pensar para qué sirve un museo o como se gestiona un museo, porque el Principado de Asturias construía y a veces equipaba, pero otras no.

Y la gestión pasaba a los Ayuntamientos, que en muchos casos o en la mayoría no contaban con recursos para mantener el proyecto: necesitaban personal, dinero para gastos generales, publicidad, cosas con las que no contaron y que, a la hora de la verdad, no podían asumir. No pudieron ser más obtusos.

El queso, la leche, los calamares, la madera, el vino, el pan, la pesca del Eo, la artesanía del hierro, la tonada o los lavaderos. De Oriente a Occidente se han impulsado cerca de 70 equipamientos de toda índole que van desde los denominados museos (sin serlo), de las más increíbles temáticas, a las aulas didácticas y centros de interpretación que hacen elogio de cualquier tipo de materia. Sin embargo, no todos esos lugares han tenido el éxito esperado. Algunos continúan cerrados por falta de recursos y otros tienen otros fines. ¿Qué mentes pensaron que se podían montar, a capricho de los Ayuntamientos, centros y mini museos (no los podemos denominar de otra forma) a lo largo y ancho de Asturias? En algunos lugares fueron proyectados a golpe de ilusiones municipales, sin establecer un programa de futuro en lo que a sus necesidades económicas se refiere. Otros lugares, si bien funcionan, lo hacen a medio gas, abriendo sólo en contadas ocasiones, siempre coincidiendo con las temporadas altas del sector turístico. También los hay que recurren a una guardesa o guardés para que cuando alguien se interesa por su continente y contenido les abra la puerta. Con situaciones desagradables, comentadas por algunos visitantes, pues son simplemente personas con una llave que ni saben dar explicaciones sobre el lugar, ni tampoco lo desean en muchos casos.

Pero, en realidad, en la mayoría de los casos, la actividad de los espacios expositivos no es alta y nada rentable para el territorio, deberían haber sido un atractivo para las localidades donde se encuentran, un museo etnográfico o un museo del vino, deberían ser un aliciente fundamental para la zona.

Pero no es así. La Azucarera de Pravia, por ejemplo, inaugurada en 1903 como el revulsivo económico para la comarca, y posteriormente abandonada tras el desplome de los precios del azúcar, alberga hoy en día en su interior más de cuatro millones de euros en inversiones que tuvieron un incierto destino. El Ayuntamiento pretende utilizarla para albergar los Juzgados y un centro empresarial.

Quizás también, pueda servir de sede de la Mancomunidad «Cinco Villas», Archivo Histórico Municipal y Casa de Encuentros de la Mujer, entre otros, parece que después de 12 años estará en servicio. Pero solamente para adecuarlo de nuevo para juzgados, tienen que invertir otros 130.000€.

El Museo de la Tonada en Mieres hace años que cerró.  El diagnóstico de este desastre estriba en muchos factores: la falta de contenido, la ubicación en lugares poco atractivos y, sobre todo, la dependencia absoluta de las subvenciones públicas para funcionar.

Tiene difícil solución dar nueva vida a esas obras estancadas. Asturias acoge, como he dicho antes, muchos museos, aulas y centros de interpretación pagados con fondos públicos, exponente del gasto descontrolado de los años de bonanza, con los que nadie parecía saber muy bien qué hacer.

El modelo de gestión actual debería basarse en buscar acuerdos entre los titulares de los centros y quien lleve la gestión, en la mayoría de los casos los Ayuntamientos, poniendo especial atención en los beneficios que pudiera generar sobre los habitantes de las zonas. Me gustaría saber si quién permitió todo este gasto inútil, con el dinero de todos, no debería haber rendido cuentas.

Han pasado demasiados años y evidentemente todo estará prescrito. Me pregunto cómo es posible que el despilfarro de dinero público constituya delito, en algunos casos, y en otros no. La depuración de responsabilidades debería extenderse a los políticos que promovieron las obras. No es posible que los responsables de este desastre se hayan marchado, aunque no todos, algunos aún continúan en cargos públicos, pero es como si no tuviéramos memoria, o la tuviéramos selectiva.

En total, fueron 72 millones de euros, casi 12.000 millones de las antiguas pesetas, invertidos en centros de interpretación, museos, casas de encuentros y aulas de lo más diverso, entre otras ingeniosas ideas que después, víctimas de la crisis, quedaron semi olvidadas y en la actualidad algunas están cerradas.

Muchos lugares ahora se utilizan para otros fines, no para los que fueron construidos, incluso algunos han sido derribados. Es el ejemplo de la Casa de Encuentros de Corvera que con un gasto de 1,6 millones de euros fue demolida en 2013 después de pleitos entre el consistorio y la empresa constructora. O del Centro de Estudios Medioambientales de San Martín del Rey Aurelio, que costó 900.000 euros y también fue reducido a escombros.

En algunos casos, la testarudez continuó y siguieron adelante ejemplos como el Centro Tecnológico Forestal y de la Madera (Cetemas) en Carbayin (Siero). El Cetemas ocupa un edificio que costó 1,7 millones de fondos mineros, y que se concluyó muchos años después de iniciar las obras, estuvo sin utilizar años y se barajaron diferentes usos hasta retomar el proyecto tecnológico de la madera. La adecuación del edificio costó otros 807.568 euros y las obras finalizaron en abril de 2015. Mención aparte es El campus de Mieres que, aunque no figura en este bloque de los 72 millones, pues fue una inversión de 130 millones, se creó para 6000 alumnos, en la actualidad tiene 500.

El Museo Castro Chao de San Martín cerca de Grandas de Salime.

Inversión: 2.105.000 €

Estado: Abierto en verano

Gestión: Municipal Inaugurado en abril de 2007  

El Museo de Cerredo, en Casa Florencio. El centro está dedicado al parque natural de Fuentes del Narcea

Inversión: cerca de un millón y medio de euros.

Estuvo cerrado 10 años y en 2020 se abrió como oficina de turismo.

El aula de interpretación del ídolo de Peña Tu, en el municipio de Llanes

Inversión: 1.913.000€ 

Inaugurada siendo presidente del Principado de Asturias Vicente Álvarez Areces el 1 de agosto de 2006.

En el 2012, el Ayuntamiento de Llanes, firmó un convenio para que un grupo de empresas asumiera la gestión del Aula del Mar y del Aula Didáctica de Peña Tú. Ambos equipamientos estuvieron 18 meses cerrados y luego abrieron sus puertas a visitas concertadas previamente. La empresa adjudicataria pagaba 700 € al año por la cesión ¿Cuántos años se necesitaban para amortizarlo? En la actualidad lleva más de 5 años cerrado.

La finca de Les Llanes en Cangas de Onís, eje sobre el que giraba el ambicioso plan del Gobierno de Vicente Álvarez Areces para dotar al santuario de Covadonga de un ascensor panorámico, un macro aparcamiento y un centro de recepción de visitantes, está en situación de franco abandono. La posesión, por la que el Ejecutivo asturiano pagó, hace años, 3 millones de euros está en deterioro total.

Museo de la fauna glacial en Avin, en Onís. En funcionamiento

El Centro de Artes Escénicas y Museo del cine de Luarca costó 1,2 millones de euros levantarlo. No está claro para qué lo usan. Parece ser que, ahora, para el museo del calamar.

En Degaña, Las telarañas se hacen poco a poco con el Centro de Interpretación.

El desastre del Caserio A Cabanada en Castropol, cuya compra tuvo un precio de 1,2 millones de euros, es otro capítulo de este inmenso cuento de nunca acabar.

Y así hasta complementar una lista vergonzosa de proyectos faraónicos en muchos de los casos, sobre todo, si se calcula la proporcionalidad entre la inversión planteada y el presupuesto del Ayuntamiento destinado a acogerlo.

Museo del vino de Cangas de Narcea, Aula Didáctica del Oro en Belmonte de Miranda, Aula de la Naturaleza y Centro de Interpretación de la Palloza en Ibias, Museo del Oro de Asturias MOA en Navelgas, Casa del Agua de Bres en Taramundi, Centro de interpretación La Casa del Lobo en Belmonte de Miranda, Museo de los Bolos de Asturias en Peñamellera Baja, Ecomuseo del Pan en Villanueva de Oscos, Centro de interpretación del Hórreo en Ribera de Arriba o Centro de Interpretación de la Artesanía del Hierro en Boal.

Ésto es un pequeño ejemplo, pues la lista de despilfarros es larguísima. Los despilfarros se cometieron en el campo cultural, y en otros campos, por los gobiernos de una época en el Principado de Asturias. Es lamentable que esto ocurra, pero les puedo asegurar, que ahora mismo continúa sucediendo en otros campos además de en el cultural.

Pongo como ejemplo el hospital de la fauna en Sobrescobio, 5.300.000 millones de euros de coste, para 4000m de hospital para animales. Se abrió el año pasado, 12 años después de terminarlo. Supongo que tuvo reformas y más coste.

Siguiendo con los Museos y Centros Culturales, llegamos al Centro Niemeyer.

La historia de cómo se concibió el centro Niemeyer, creo que es por todos conocido. Oscar Niemeyer recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 1989 en Oviedo siendo este galardón el origen de la relación del arquitecto con el Principado de Asturias.

UN EQUIPAMIENTO QUE SÍ PUDO SER ALGO Y NO SE LE DIO ESA OPORTUNIDAD: EL CENTRO CULTURAL ÓSCAR NIEMEYER.

Años más tarde, con motivo del XXV Aniversario de los Premios Príncipe de Asturias, Niemeyer donó un gran proyecto al Principado. Esta es la única obra de Oscar Niemeyer en España y, según sus propias palabras, la más importante de todas las que ha realizado en Europa. Por esta razón, el Centro recibió el nombre de su artífice. Descrita por el arquitecto como una plaza abierta a todo el mundo, un lugar para la educación y la cultura. Cuando se inauguró, Oscar Niemeyer había cumplido 103 años. El centro se inauguraría oficialmente el 15 de diciembre de 2010 (coincidiendo con el cumpleaños de Niemeyer) pero no sería hasta unos meses después cuando comenzarían las actividades.

Pero mucho antes, en 2007 se crea una fundación, cuyo nombre completo es Fundación Centro Cultural Internacional Oscar Niemeyer Principado de Asturias, fundación que sería la encargada de la gestión del complejo. El coste y el presupuesto del proyecto de las obras para construir el complejo del Niemeyer de Avilés, fue una anécdota en el panorama español. Su construcción costó 44 millones de euros y ese dinero no escandalizó a nadie. Porque, por ejemplo, el Guggenheim en Bilbao costó 133 millones a mediados de los 90 y la Ciudad de la Cultura en Galicia costó más de 400 millones de euros.

La Fundación cuenta desde el principio con un equipo de gestión cultural encargado de su puesta en marcha y del desarrollo de la futura programación de actividades.

Se supone que el objetivo de la Fundación era internacionalizar el proyecto, hasta llegar a formar una red de trabajo sólida y crear una imagen de marca prestigiosa.

La planificación del Centro antes de su apertura se le adjudica a Natalio Grueso, Gestor Cultural de gran y merecido prestigio, que ya colaboraba con la fundación Príncipe de Asturias. No es un funcionario, hay que dejarlo muy claro, es un gestor y en parte un creativo, y por lo tanto no actúa como funcionario.

Y eso hay que tenerlo en cuenta, y eso era sabido por quien lo contrata. La elección partió del entonces presidente del Principado Tini Areces. Realmente la decisión no pudo ser más acertada, era la persona que conjugaba conocimientos en el mundo cultural y contactos a nivel internacional con los artistas más prestigiosos.

No voy a entrar en lo que sucedió, en los juicios reales y paralelos que hubo, en si hay culpables, muy culpables o menos culpables, el tema está judicializado con recursos. Yo voy a comentar como un Centro que podía haber sido la insignia de Asturias y de Avilés, además de un gran motor económico y cultural, se destruyó. El proyecto podría haber sido la salvación para Avilés.

Voy a comentar exclusivamente la gestión cultural y como se desarrollan los principios del Niemeyer y el impacto para la ciudad que podía haber durado hasta nuestros días.

El revulsivo que supuso el Guggenheim en Bilbao hubiera sido lo mismo, a un nivel más pequeño, dado el tamaño de Avilés.

El Museo Guggenheim Bilbao recibió 530.967 visitantes en 2021 y aportó 172,2 millones al PIB vasco, generando unos ingresos adicionales para las haciendas públicas vascas de 26,6 millones de euros.

Desconozco que hubiera pasado si las cosas se hubieran solucionado de otra forma, pero seguramente hoy Avilés, sería un lugar de peregrinaje cultural como lo fue en sus inicios. Es una pena ver hoy el centro Niemeyer, convertido en una Casa de Cultura, muy bonita, pero que en programación nada dista de las programaciones que puedan tener en Gijón entre Laboral y el Jovellanos y, en la mayoría de las ocasiones, Gijón tiene una programación mucho más relevante que la de Avilés sin ningún género de dudas.

Volviendo con el gestor al frente del proyecto, voy a nombrarlo por su nombre Natalio Grueso, pues da la sensación de que pronunciar ese nombre es como mentar al diablo. Tuvo, y lo hay que decir alto y claro, una fantástica estrategia. Y una gran agudeza, para visibilizar a nivel mundial lo que se estaba haciendo en Avilés. En realidad, el centro comenzó a funcionar antes de existir.

Fue un gran triunfo estratégico. Cuando abrió sus puertas, ya tenían una marca consolidada, un estilo de trabajo, una programación, importantes acuerdos y miles de amigos en Facebook. Ya habían salido en el New York Times y en medios de más de cien países. 250.000 visitas en un mes. ¿Quién lo esperaba? Avilés era una ciudad con un potencial enorme, y con un espacio, el Niemeyer, lleno de posibilidades. Intentaban conjugar dos cosas, convertirla en una ciudad de referencia, quizás podría haber sido una “Cool city” al estilo de Avignon .

El Centro Niemeyer debería haber sido un gran contenedor cultural, una fábrica de producción de contenidos y una piedra angular de un proyecto más ambicioso de transformación económica y territorial. Sería un Centro en un edificio de extraordinario atractivo, dedicado a mostrar una oferta cultural multidisciplinar, y que contribuyera a transformar un espacio urbano que antes estaba degradado.

Pero los políticos en Asturias destrozaron el principal proyecto cultural de Asturias.

Que era caro, por supuesto ¿pero comparado con qué? Que se gastaba mucho dinero en viajes, por supuesto, como no lo iban a gastar con las figuras que se trajeron aquí, las exposiciones, los conciertos, los debates… Cualquier gestor cultural lo sabe y yo les puedo asegurar que profesionalmente, como gestora cultural y no conociendo de nada a la persona que dirigía el Niemeyer, no consigues que venga Brad Pit llamando por teléfono, tendrían que ir a visitarle no una, si no varias veces y eso es la semilla para un futuro.

En 2009 el actor norteamericano Brad Pitt, seguidor de la arquitectura de Oscar Niemeyer, se acercó a Avilés para conocer el centro. Kevin Spacey también visitó la ciudad en más de una ocasión, creando una colaboración entre el Centro Niemeyer y el Old Vic Theatre de Londres y llevando a cabo dos actuaciones en la ciudad: La tempestad y Ricardo III, de William Shakespeare, ambas representadas en el Teatro Palacio Valdés. Un lugar, Avilés, que muchos artistas de los que pasaron por aquí no sabían ni ubicar en un mapa. Pero vinieron y le dieron a Avilés una dimensión inimaginable.

Los impactos publicitarios en el mundo cuando aquí estuvo tocando Woody Allen o cuando actuó Kevin Spacey, no hay dinero que los pague. Pero no se le dio tiempo, no se pudo realizar el proyecto por culpa de la política. El potencial que tenía el Niemeyer requería tiempo, como el Guggenheim en Bilbao.

El centro Niemeyer tuvo un presupuesto para actividades de 1,1 millones de euros con cerca de un millón de visitantes el poco tiempo que estuvo abierto. El presupuesto del Guggenheim en 2021 ascendió a 30.208.828 euros, y los vascos están encantados Todo iba maravillosamente bien y todos querían estar en las actividades (más bien en las fotos): alcaldesas, ministras, consejeros, presidente… hasta que luchas de poder que luego acabaron con denuncias en las que, como dije antes, no voy a entrar.

Acabó siendo una caza de brujas, en el sentido de que todo el mundo de repente se hizo a un lado: antes, durante y después.

Las exposiciones comenzaron con una del recientemente fallecido Carlos Saura, realizada exprofeso para el Niemeyer, al final costó 450.000 euros, cuando al principio el artista pedía un millón. No hay de qué escandalizarse, Carlos Saura cobraba entonces 1 millón de euros por guión, y la exposición fue mucho más que un guión en tiempo y coste.

Murió un centro cultural por donde pasaron entre otros, Kevin Spacey, Jessica Lange, Paulo Coelho, Wole Soyinka, Enrique Morente, Paco de Lucía, Carlos Saura, Woody Allen, Gilberto Gil, John Mayall, Yo-Yo Ma, Barbara Hendricks y Amaral, y donde The New York Times llegó a celebrar una sesión de sus célebres Conversaciones.

Un jueves, día 15 de marzo de 2012, finaliza el plazo de cesión de los edificios del Centro Niemeyer a la Fundación de éste. Ese día, Natalio Grueso y su equipo entregarán las llaves del complejo (un millón de visitas y casi 250.000 entradas vendidas para exposiciones, conciertos y ciclos de cine). Se cerró un telón de un fantástico proyecto que sólo debería haber traído riqueza para Avilés como sucede en Bilbao.

Si hubieran procedido a una hipotética marcha atrás en su estrategia y entablado negociaciones con el equipo gestor, o hubieran cambiado al equipo gestor por otro similar, al haber entendido el potencial cultural (a corto plazo) y económico (a medio-largo) del proyecto ¿Qué hubiera sucedido? Avilés hoy brillaría como brilla Bilbao. Pero, no hubo caso. Un tren perdido y una ocasión única. Son trenes que sólo pasan una vez.

Bibliografía: LNE; María José Iglesias

El Comercio: Ramón Muñiz y Leticia Álvarez.

Rosa Trapiello