La situación o, mejor, la evolución de la región podrá adquirir un nuevo rumbo en caso de que haya cambio de gobierno o continuar en la actual «dinámica estática» en caso de que no lo haya, tal y como sucede en todos los procesos, de tres maneras: mucho, algo o nada.
Pero esto que parece ser tan simple, se complica en la realidad pues todo depende del foco, del marco que se priorice a la hora de valorar. Y ese foco es diferente dependiendo de la importancia que se dé a un solo aspecto o a más de uno. Claramente es posible marcar tres aspectos sobre los que esperar, o más bien desear que ciertas cosas cambien. Analizamos aquí los cambios que se producirán con probabilidad alta con un gobierno del PP, los que no y, al final del artículo, los cambios que un gobierno socialista nos traerá. Veamos.
Cambios en el caso de que el Partido Popular, con Vox de apoyo en el gabinete o desde fuera de él, ocurran.
La entrada del Partido Popular en el gobierno tendrá efectos muy probables en las medidas económicas de rápido alcance y dependientes del BOPA. Un decreto-ley autonómico con una rebaja fiscal que afecte al IRPF en su tramo autonómico, así como rebajas significativas y/o supresiones de los de Transmisiones Patrimoniales, Patrimonio y Sucesiones y Donaciones, produciría el efecto ya contrastado que están produciendo en Madrid y Andalucía.
La mejora de los indicadores de consumo e inversión se producen, ante este tipo de rebajas, en un plazo breve y su aplicación no está condicionada por una maquinaria administrativa pesada y, en buena parte colonizada ideológicamente en sus partes menos profesionales. La apuesta que un gobierno del PP hará en esta línea sería sin duda apoyada por Vox y tendría los demostrados efectos que describe la conocida y demasiado desoída teoría expuesta por Laffer. Conviene informarse al respecto en el enlace.
Excesivos impuestos desaniman la actividad económica y reducen la recaudación. Nótese que los grandes incrementos de recaudación del gobierno de Sánchez y de Barbón tienen poco que ver con la actividad económica, a la cual desaniman más que su contrario, y sí mucho con un escenario inflacionario excesivo. El bulto de recaudación «socialista» parece, además, mayor de lo que es, pues está calculado sobre la base de la caída de ingresos durante la pandemia y meses posteriores a ella.
Ateniéndonos a lo que, por tanto, un posible gobierno de Diego Canga y con apoyo de Vox puede hacer es en este aspecto, sí, parece mucho. Mas ¿es verdaderamente así? Con ojos parciales y escasamente analíticos, sí. Este mucho no es, realmente, mucho. La reactivación económica mejorará lo ya dicho, la marcha general de negocios e industrias, pero algunos sectores padecen problemas que no se reducen ene exclusiva a los impuestos.
El sector primario tiene problemas específicos de regulación (el daño masivo que produce el lobo en el ganado, la limpieza de montes, la tecnología en el medio rural y otros). Y padece este sector algo que lo lastra en su capacidad operativa. La falta de cohesión dentro de los productores. Desunión fomentada por la administración socialista que se decanta más por seguir las políticas antiagrarias de Sánchez y de la Unión Europea en beneficio de otros sectores y otras agriculturas.
¿Sería un gobierno encabezado por el Sr. Canga quien cambiara esta dinámica? En esto aparecen ya las primeras dudas, conocida la tradicional conformidad con asumir el estatus heredado y mejorar solamente los aspectos económicos generales. Esto último ni es mucho ni es bastante porque, como ha ocurrido hasta ahora, el PP mejora la economía y deja intactos los resortes de poder asociativo y cultural que el PSOE ha sembrado, abonado y plantado durante décadas. Con la economía solo no se fortalece la sociedad y, de postre, los electores vuelven a votar a las izquierdas en un terreno social y cultural, como digo, sembrado, abonado y regado por ellas.
La batalla cultural, ética y moral es uno de los pilares donde el Partido Popular no solo no hará nada, sino que será un motivo de enfrentamiento con Vox, su presumible socio. El comportamiento clásico del PP en otras comunidades autónomas es gobernar como derecha la economía y aplicar como izquierda políticas de acoiris. La aceptación por Feijóo de la sentencia del TC sobre el aborto tras el recurso que su propio partido presentó ante ese tribunal deja claro que tira la toalla en ese tema.
Las leyes «trans» de su Galicia y del Madrid de Ayuso, deja igualmente claro que en este terreno, el PP se apunta a la agenda 2030 y a fugarse de todo aquello en lo que pueda ser clasificado de extremista. Calificativo que es absurdo eludir pues realmente poco significa y revela en el fugado una considerable falta de valor y de valores. Aquí tendrán conflicto con Vox.
El asunto de la cooficialidad de la llamada «llingua» será lo que previsiblemente sí se frene. El PP es tibio en ello y en su tibieza no irá a modificar el estatus actual de no cooficialidad. Tampoco, por otra parte, es previsible que revierta retrocesos ya implantados como los requisitos establecidos en la TPA para puestos de trabajo ante la cámara. Nuevamente tendrá en esto a Vox presionando para restablecer las cosas a su lugar de partida y por la promoción complementariamente activa del español. Tras repasar los cambios con gobierno del PP, entramos a contemplar los que se producirán con Adrián Barbón.
Cambios tras una investidura para cuatro años más de gobierno del PSOE
Por último solo cabe remitirse al conocido refrán sobre las imágenes y las palabras:
Español e hispanófilo. Comprometido con el renacer de España y con la máxima del pensamiento para la acción y con la acción para repensar. Católico no creyente, seguidor del materialismo filosófico de Gustavo Bueno y de todas las aportaciones de economistas, politólogos y otros estudiosos de la realidad. Licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo y en Ciencias Políticas por la UNED