La actualidad del momento pasa por las negociaciones y acuerdos que las distintas fuerzas políticas han llevado y están llevando a cabo para formar gobiernos locales y autonómicos. Si hay un nombre que destaque quizás sea el de Vicente Barrera (propuesto como futuro vicepresidente y consejero de Cultura de la Comunidad Valenciana) por su pasado como torero.
No han tardado sus rivales políticos, periodistas y opinadores varios en cuestionar y menospreciar su valía para el cargo o incluso mofarse de este hombre amparándose en su pasado taurino, de una manera similar a lo ocurrido con D. Ramón Tamames durante el proceso de la última moción de censura hace unos meses.
Nuestra sociedad se está acostumbrando a tolerar el juicio y la sentencia de los necios, pero veamos primero qué dice nuestro diccionario de la R.A.E. del término:
necio, cia
Del latín nescius.
- 1. adj. Ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber.
- 2. adj. Falto de inteligencia o de razón.
- 3. adj. Terco y porfiado en lo que hace o dice.
- 4. adj. Propio de la persona necia.
Llamando a las cosas por su nombre, debemos reconocer que en cierta manera hemos perdido esta batalla y el acoso se ha asumido en nuestra sociedad o nuestras empresas aceptando que el cobarde de turno, unas veces amparado por el anonimato de la masa o de las redes sociales, y otras veces arropado por adláteres que le hacen creerse en un estatus superior, haga gala de su mediocridad con el menosprecio y la burla fácil del más brillante.
No se extrañen: ha pasado y pasa ya desde las aulas (cada vez peor y con mayor crueldad con la “inestimable ayuda” ahora de las redes y dispositivos móviles) como demuestran los crecientes episodios de acoso escolar, para continuar en muchos ámbitos sociales y laborales. Hace unas semanas Xavi y Ancelotti, al hilo de los episodios de insultos racistas dirigidos a Vinicius Jr. en muchos estadios, ponían sobre la mesa que todos hemos aceptado como algo normal ir a un campo de fútbol a insultar a los deportistas.
En nuestras empresas y nuestra sociedad la hipocresía llega a tal extremo que la valía de un profesional o el potencial de una persona depende en muchas ocasiones de quién mueva su currículum, con quién juegue al pádel (vale cualquier otro deporte o actividad social) o con quién tome café y comparta tertulia: ya conocen el popular refrán español que reza “el que tiene padrino, se bautiza”, y no nos importa ignorar, menospreciar o denigrar a aquellos que no sean de nuestra cuerda.
Ya no estamos hablando de que los méritos reflejados en un mismo currículum puedan servir para defender que el candidato es un “fenómeno” o para discriminarlo por razones de sexo, edad o experiencia -por ejemplo-, sino que hemos somatizado que cualquier mediocre pueda no sólo criticar la trayectoria, experiencia y preparación de otra persona de una valía bastante superior, sino ponerle todo tipo de trabas y cortapisas.
Pero si esto pasa en nuestras empresas, qué no va a pasar en política, donde los baremos de méritos establecidos por los partidos para la selección de candidatos son a veces tan difusos o incógnitos que hacen difícil encontrar justificación lógica a determinados perfiles colados de soslayo en sus candidaturas: nuestro sistema democrático nos otorga la potestad de elegir a nuestros gestores cada cuatro años, pero no nos garantiza que las personas elegidas por los partidos políticos sean las más adecuadas en virtud de una experiencia o una preparación.
Les recuerdo esta elocuente escena de la película “La caza del Octubre Rojo”:
Solemos recordar el techo de cristal que sufren nuestras mujeres, pero todos conocemos a personas que, independientemente de su sexo y por más que se esfuercen, nunca tendrán el merecido reconocimiento a su compromiso, desempeño y profesionalidad, de la misma manera que en nuestras vidas nos cruzaremos con personajes cuya aureola o posición profesional es difícilmente justificable desde un punto de visto meramente objetivo.
Volviendo a Vicente Barrera, y sin olvidar que representa a un partido político al que han votado más de 300.000 personas en la Comunidad Valenciana (12,41% de los votos), he leído que heredó su vocación a la fiesta nacional de uno de sus abuelos (también torero) y que su familia intentó apartarlo de los alberos casi obligándole a licenciarse en derecho; una vez “cumplido ese trámite” se convirtió en un matador con una media de 70 festejos por temporada y muy buenas críticas hasta 2011.
A partir de ahí se involucró en las empresas familiares (su otro abuelo fue un destacado empresario textil y fundador de mantas Paduana) ampliando horizontes en los sectores inmobiliario, alimentario y vitivinícola.
No está bien sumarse a las burlas, pero sí a las críticas sobre la conveniencia o capacidad del candidato: debemos ser extremadamente exigentes con quienes van a gestionar nuestros gobiernos… así que, tomando como patrón el perfil del torero que nos ocupa, podríamos hacer una comparación con el resto de candidatos que van en cualquiera de las listas políticas de nuestro país para cualquier puesto de gobernanza; y no sólo me refiero a los estudios (ya se ha comprobado que hoy en día hasta un máster o incluso una tesis doctoral se pueden falsear), sino al conjunto de la capacidad, experiencia, tesón y valentía para enfrentarse a las situaciones (y a los morlacos) que este hombre ha acreditado.
Para finalizar, les dejo la escena anterior en versión original y ampliada, para que comprueben el contexto y la manera de manejarse del político calculador (aplicable a cualquier otro “mocín” con los que nos cruzamos a diario) y el compromiso en el que se mete Jack Ryan por defender su teoría con una vehemencia digna de atención:
Licenciado en Filología Española (Literatura)
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