Anaxágoras fue sometido a juicio por “impiedad”, una acusación llevada a cabo por Cleón de Atenas en base a sus teorías astronómicas que sostenían que el Sol no era un dios sino una masa incandescente.

Cleón no sólo censuraba las teorías de Anaxágoras, sino que parece que tenía cuentas pendientes con él al considerarlo el maestro y la influencia de Pericles: no olvidemos que en el plano político la posición de Cleón se alineaba con los aristócratas atenienses de la época, que –a su vez- veían en Pericles una amenaza real para su estatus: la idea de Pericles para Atenas consistía básicamente en poner al pueblo en el centro (sin olvidarse de los Dioses) proporcionándoles trabajo y fomentando las artes y la literatura.

Recordemos que en aquel momento los aristócratas eran los considerados “mejores”, la élite de la sociedad ateniense, y seguramente verían peligrar la exclusividad de su posición si el pueblo llano obtenía educación, trabajo y acceso a las artes.

¿Y qué tiene que ver eso con nuestra sociedad actual?

La sociedad occidental lleva décadas manteniendo políticos cuya línea de actuación suele pasar por los intereses propios (mantener su estatus) y por los intereses de los aristócratas actuales (las élites: personas o grupos de influencia). Así pues, es fácilmente entendible la conveniencia de mantener una sociedad aborregada que permita que en la balanza de las decisiones primen siempre los intereses de esas clases privilegiadas antes que los intereses del pueblo.

Les voy a poner un ejemplo con esta noticia del inicio de las obras de la variante ferroviaria del Pajares fechada el 12 de febrero de 2004:

«Rato y Cascos presidieron ayer el inicio de las obras de los túneles de Pajares, que forman parte de la variante de Pajares en la línea de alta velocidad León-Asturias, y que estará concluida en 2009«

Desde esa fecha han pasado casi 20 años y presidiendo el gobierno de España hemos tenido sucesivamente a J.L. Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, que a su vez depositaron la responsabilidad para el área de Infraestructuras (Fomento, Transporte, etc.) en diversos ministros.

Paralelamente en nuestro Principado de Asturias hemos tenido como presidentes a Vicente Álvarez Areces, Francisco Álvarez Cascos, Javier Fernández y Adrián Barbón con sus correspondientes consejeros, secretarios, etc… y los abnegados contribuyentes y votantes llevamos soportando demora tras demora de esta obra sin que pase nada.

Un proyecto cuyas primeras dovelas se pusieron en 2004, con unos trabajos planificados para 6 años, y que iba a estar en servicio en 2010 lleva 13 años de retraso (sólo la demora supera el doble del tiempo de ejecución planificado); según las últimas previsiones parece que va a entrar en servicio a finales de año, pero no con la funcionalidad prevista, puesto que el año pasado el ministerio del ramo confirmó la decisión de mantener las infraestructuras existentes desde Pola de Lena hasta Oviedo y Gijón.

Está claro que no hay problemas técnicos que justifiquen semejante retraso, y que necesariamente tiene que haber habido otros intereses que hayan primado en los sucesivos gobiernos por encima de los intereses de los asturianos a la hora de garantizar la finalización del proyecto o de mitigar las sucesivas demoras.

Este es un ejemplo de lo que les preocupa a nuestros políticos el bienestar y los intereses del pueblo, pero no deberíamos quedarnos sólo ahí. Asturias quiere jugar en el tablero del resto de regiones, pero parece que nuestros representantes aquí y en Madrid, por acción y por omisión, se empeñan en ponernos zancadillas y en marcarnos las cartas con unos aislamientos físico y económico a los que no parece interesar poner remedio: al déficit de infraestructuras y conexiones se unen los problemas para las empresas potenciados por los costes laborales, los costes de la energía, las imposiciones que llegan desde Europa o desde Madrid -que se aceptan mansamente- o la sangría de población activa que emigra en busca de mejores oportunidades laborales (las “leyendas urbanas” a las que se refería en su día Álvarez Areces).

En lo que va de siglo nuestros políticos han vivido muy bien, tanto en el gobierno como en la oposición, porque cuando la solución pasa por muchos las responsabilidades se diluyen, las mentiras o promesas incumplidas se olvidan y las estadísticas pasan a un segundo plano.

Llega el momento de elegir representantes al Congreso de los Diputados, y todas las encuestas auguran pactos necesarios para formar gobierno: el PSOE y SUMAR han declarado que unirán sus fuerzas, aunque deliberadamente se olvidan de incluir en su pacto a los partidos separatistas vascos y catalanes que pacientemente esperan su oportunidad.

El PP, por su parte y como ha reconocido su líder, anda cortejando al PNV (el mismo PNV que traicionó a Rajoy) y al PSOE para evitar a toda costa un pacto con VOX: es curioso cómo prefieren unirse a quienes les han traicionado o a quienes les separa -teóricamente- una razonable distancia ideológica antes que pactar con quienes no hace tantos años eran correligionarios.

Recordemos que en 2011 el PP fue quien, en contra de un clamor popular de sus militantes, no quiso colocar a Álvarez Cascos de candidato a las elecciones al Principado de Asturias provocando una escisión en el propio partido y una nueva formación (FORO Asturias) que ganaría aquellas elecciones y que, si no llegó a gobernar más que unos meses, fue por el arduo trabajo de pinza del propio PP aliándose con el PSOE para evitar por todos los medios un gobierno de coalición FORO-PP.

Insistimos en que en este momento se necesita un gobierno que no sólo gestione bien, sino que no tenga complejos a la hora de tomar decisiones y defender los intereses de los ciudadanos ante la sarta de leyes e intereses globalistas impuestos en los últimos años.

El PP es un partido conservador, tal vez porque en los últimos años se ha dedicado a conservar las herencias ideológicas recibidas del PSOE, y ahora lo que se va a necesitar es un gobierno al que no le tiemble el pulso a la hora de llevar a cabo una revolución social derogando leyes, cerrando grifos, reduciendo gastos, apostando decididamente por una eficiencia económica, pero -sobre todo- defendiendo nuestros intereses económicos y culturales aquí y donde sea preciso.

Mariano Rajoy gozó de una mayoría absoluta en 2011 (después de perder las elecciones en 2004 y 2008 ante Zapatero) con carta blanca para hacer y deshacer, y aunque debemos reconocer que la situación económica era catastrófica, su solución pasó por subir los impuestos a los contribuyentes, apretar las tuercas y pedir un esfuerzo a q quienes en teoría le habían otorgado su voto y no molestar ni deshacer la herencia de ZP.

La pregunta es qué gobierno queremos tener ahora, si uno del PSOE apoyado en SUMAR y en el resto de grupos separatistas, uno del PP apoyado en el PNV o en el PSOE para continuar con las políticas sociales que nos han traído hasta aquí o en uno del PP apoyado en VOX.

Recuerden a Anaxágoras: “si me engañas una vez la culpa es tuya, si me engañas dos veces la culpa es mía”

Podemos comprobar cómo 2.500 años más tarde la situación política en nuestro país repite las mismas pautas que la Atenas de Anaxágoras y Pericles: todo se basa en mantener el estatus, que hoy en día también tiene mucho que ver con la posición o la subvención.

En lugar de proveer de trabajo a sus súbditos y fomentar las artes, como proponía Pericles, nuestras élites prefieren un pueblo subvencionado y anestesiado.