Otro que se va

Una de las noticias que más tertulias y columnas está protagonizando es la renuncia al Acta de Diputado del miembro del partido VOX, Iván Espinosa de los Monteros. A pesar de tratarse de una salida aparentemente cordial, argumentada en una rueda de prensa y basada en motivos “personales y familiares” no han faltado los medios y tertulianos que han aprovechado la ocasión para elogiar al protagonista a la misma vez que atizan a su partido (un partido –por cierto- que el protagonista no abandona y para el que sigue estando disponible, como el mismo Espinosa ha manifestado).

Pero esta misma semana también un buen amigo deja la que ha sido su empresa en los últimos años, con la normalidad que se hacen estas cosas en los últimos tiempos y a la que uno no acaba de acostumbrarse.

Cuando una relación laboral se rompe es porque algo no va bien o no funciona como debería por alguna de las partes y yo sigo viéndolo como un fracaso en la propia relación: o bien la empresa no ha sabido cuidar de su personal y que se sintiera cómodo y lejos de la tentación de buscar alternativas, o bien el empleado tenía unas expectativas profesionales que estaban lejos de lo que la empresa le podía ofrecer.

En estos días de verano he tenido la oportunidad de coincidir y hablar de temas laborales con muchas personas y he de reconocer que nuestra sociedad tiene un problema muy serio que casi nadie quiere ver ni afrontar: por parte de los “empleadores” (empresarios o gerentes de negocios), he percibido el lamento común de que no encuentran gente que sea responsable y que quiera trabajar: camareros, pintores, personal de taller, soldadores…

En algunos casos (más de cuatro), los responsables del negocio deben además lidiar con el absentismo laboral sin previo aviso: no sé si se trata de una epidemia de malestares, resacas y/o jaquecas o una nueva moda de esta sociedad que considera la falta al puesto de trabajo sin previo aviso como algo normal: imagínense al dueño de un restaurante sin un camarero para servir comidas con todo lleno en agosto, o al encargado de un taller sin un calderero justo la semana que tiene a otro de vacaciones y tiene que entregar un trabajo que había comprometido.

Pero las empresas tampoco salen indemnes y muchas de ellas, con las políticas laborales post-pandemia, se están encargando de encabronar al personal sin darse cuenta de que la gente ya no sólo trabaja por un sueldo (que es importante), sino por unas condiciones laborales que le faciliten –en la medida de las posibilidades- la conciliación y un ambiente de trabajo sano en el que se le escuche y se le motive.

Si a este sentimiento le unimos un auge en la contratación de nuevos proyectos industriales que trae como consecuencia nuevas vacantes y oportunidades laborales, tenemos una gran rotación laboral que nunca es buena para todas las partes a la vez.

Volviendo a Iván Espinosa de los Monteros, es un ejemplo de esa minoría de políticos cuya formación y talento les brindan mejores oportunidades laborales fuera del Congreso y que no necesitan tragar carros y carretas o calentar un asiento de diputado o senador como modus vivendi, y eso está empezando a pasar también en muchas empresas.

El drama de esta sociedad y de nuestras empresas comienza al no percibir la gravedad de que los buenos profesionales se vayan a otro sitio mientras los mediocres se quedan calentando la silla, y que no todos tenemos el talento y la brillantez necesarios para desempeñar cualquier trabajo.

Cabría preguntarse si esto es –quizás- la continuación de un sistema educativo que, más allá de los contenidos, no sólo no premia el trabajo y la responsabilidad, sino que ampara sin castigo el escaqueo a la vez que inocula pensamientos “Mr. Wonderful” del tipo “puedes ser todo lo que quieras”, “no te mereces menos” o “no he nacido para madrugar/trabajar/recibir instrucciones o comprometerme con una responsabilidad”.

Iván Espinosa de los Monteros, como mi amigo y como muchos otros profesionales tienen el brillo y el talento necesario que les permiten decidir por sí mismos y salir de los sitios cuando ellos estiman que es el momento adecuado para sus intereses: sólo hay que esperar la oportunidad y el momento.