Hace unos días Iván Espinosa de los Monteros hacía pública su intención de apartarse de la primera línea de la política y renunciar a su acta de diputado “por razones personales y familiares”. No sé a ustedes, pero a servidor le llama poderosamente la atención que todos casi la totalidad de medios de comunicación hayan utilizado este hecho para derrochar admiración y lisonjas hacia el propio Iván mientras que, a la vez, clamaban por la deriva de su partido (porque Iván ha insistido en que se queda en SU partido, a disposición de lo que esta organización pueda necesitar de él).

Los mismos medios que tan sólo hace unos meses criticaban a Espinosa como empresario, o que le acusaban de difamador amenazándole incluso con demandas, como hizo el mismo Federico J. Losantos, parece que ahora han visto la luz y, como el guardia romano en el calvario reconociendo la Divinidad de Jesucristo con su último aliento, aprovechan la circunstancia para alabar la valía del protagonista y barruntar el cataclismo en VOX.

Si tan bueno es Iván Espinosa de los Monteros, ¿por qué esos medios no lo han reconocido hasta ahora?, ¿cómo los electores nos hemos podido perder a un hombre de su valía?, ¿no les da vergüenza no haberlo puesto de manifiesto todos estos años y –particularmente- estos últimos meses durante la campaña electoral?, ¿no hay autocrítica por parte de la prensa?

Salvando las distancias esto me recuerda al Adolfo Suárez de UCD y más tarde del CDS: era muy bueno, pero no pararon hasta que le hicieron dimitir –primero- y le ahogaron políticamente más tarde.

Pero podríamos ir más allá (no mucho) para saber en manos de quién estamos cuando atendemos a un medio de comunicación poniendo la radio o la TV o leyendo lo que se escribe en prensa escrita y digital: todos estos medios que ahora se rasgan las vestiduras, que escoran a izquierda y –sobre todo- a derecha, y que lamentan la salida de “los liberales” del núcleo duro de VOX -cuando esos “liberales” no han sido merecedores de reconocimiento positivo alguno hasta ahora- son los mismos que se callaron como puertas, sin dar pie a una mera reflexión, cuando el sector liberal fue expulsado del Partido Popular por Mariano Rajoy, o cuando poco a poco del PP fueron saliendo, también por motivos personales,  José Antonio Ortega Lara, Santiago Abascal, María San Gil, Jaime Mayor Oreja, Daniel Lacalle o Cayetana Álvarez de Toledo (en la época de Rajoy).

Muchos de los votantes de VOX (la inmensa mayoría) ni siquiera conocían a Iván Espinosa de los Monteros cuando le votaron en 2019, al igual que no conocían a la mayor parte de los integrantes de las listas electorales ni entonces ni ahora. Apuesto a que muchos de los votantes de VOX no han elegido ese partido por liberal o por conservador, sino porque tiene las ideas claras con respecto a lo que quiere para España y para los españoles.

La mayor parte de los partidos políticos en este país alimenta la endogamia y el servilismo, y en lo que respecta a la batalla cultural tenemos en una trinchera a la izquierda, defendiendo sus posiciones por encima de todo, y en la otra trinchera tenemos a VOX… porque el PP en muchos casos ha optado por desertar, por encogerse, arrugarse… y por abandonar a su suerte a muchos de los españoles que padecen el abuso de políticas culturales y separatistas.

Lo más lamentable es que los grandes medios de comunicación entren en ese juego y laven la imagen tanto de los abusones como de los cobardes: estamos en una situación en la que el gobierno de España depende del apoyo o no de partidos que deberían estar ilegalizados y nadie se atrevió a hacerlo (ni PSOE ni PP), y de un individuo que vive en Bélgica huido de la justicia española.

Debemos recordar que Puigdemont organizó y celebró un referéndum ilegal el 1 de octubre de 2017 en Cataluña y no contento con eso el 27 de octubre de ese mismo año declaró la independencia de Cataluña desde el parlamento de aquella comunidad autónoma, huyendo dos días más tarde a Bélgica, desde donde no ha podido ser extraditado para ser juzgado.

Explicado de otra manera: nuestro sistema político ha permitido a un hombre dar un golpe de estado, no ser detenido, permanecer exiliado en un país que es nuestro socio en la Unión Europea y presentar su propio partido a elecciones al Congreso de los Diputados para ser ahora determinante. Todo ello bajo la presidencia de Mariano Rajoy (Partido Popular) y Pedro Sánchez (PSOE), que no han hecho nada por evitarlo.

Es lamentable la renuncia de Iván Espinosa de los Monteros, como la de tantos otros políticos brillantes que ha habido en este país, pero lo más importante son las ideas y las líneas de actuación de los que quedan al frente de los partidos políticos que están (o deberían estar) para defender la Constitución y defender los intereses de todos los españoles, dentro y fuera de nuestras fronteras.

Desconozco la capacidad de muchos de los parlamentarios recientemente elegidos en las urnas, tanto de VOX como de otros partidos, pero –como muchos de ustedes- conocemos la INCAPACIDAD de muchos senadores y congresistas que ahí siguen “atechados ad eternum” porque –al contrario que Iván Espinosa de los Monteros- sólo sirven para el servilismo necesario que les proporcione su participación en una lista política.

Para terminar, he leído cómo Espinosa conoció a Abascal y creo que merece la pena traerla aquí para entender muchas cosas: en el transcurso de una cena (en el año 2012) en la que ambos coinciden por primera vez, Abascal -siendo todavía miembro del PP por aquel entonces- les comparte que al día siguiente tiene que ir a la Audiencia Nacional a un juicio contra simpatizantes de Batasuna que le habían acosado siendo concejal en Llodio: «Voy solo, no viene nadie del PP«, reconoció Abascal. Uno de los comensales le preguntó con cierta estupefacción cómo nadie de su partido le arropaba teniendo la sede a tan sólo 100 metros, a lo que Abascal respondió que sólo irían dos amigos –uno de ellos para ejercer de abogado- su padre y él. «Somos cuatro y ellos vendrán unos 100 en dos autobuses«. «Pues ya somos cinco. No te puedo dejar solo«, le contestó Iván Espinosa de los Monteros, pese a acabar de conocerlo en esa cena.