
Lo que el Tribunal Superior de Justicia de Asturias ha dictado el 29 de abril (ver texto de la sentencia al final) no es solo una sentencia: es un portazo jurídico, una exhibición de lógica penal y una bofetada elegante —pero sonora— a quienes han intentado convertir la ley en un arma de desgaste político.
El caso contra Francisco Álvarez-Cascos ha terminado como muchos advertían que debía terminar desde el principio: en nada. O, para ser más precisos, en una absolución total, rotunda y demoledora. Sin matices, sin dudas, sin grietas.
La lectura de la sentencia (TSJA, núm. 27/2025) no deja lugar a equívocos. Cascos:
- No controlaba las cuentas,
- No tenía firma bancaria,
- No usó ni un euro sin justificación ni conocimiento del partido, y
- Todos los gastos —hasta el último tiquet— pasaron por la revisión de los órganos internos del propio Foro de Ciudadanos.
- No había apropiación indebida.
- No había administración desleal.
- No había delito.
No había nada.
Una Fiscalía alineada y un partido suicida
Entonces, ¿qué había? Buena pregunta. Y la respuesta está en el punto ciego de la política asturiana: una Fiscalía que parecía tener instrucciones no escritas y un partido —Foro Asturias— que ha dejado de ser una organización política para convertirse en una máquina de autodestrucción. O, peor aún, en un artefacto útil al adversario que decía combatir.
Porque no se engañen: el fiscal que elevó la acusación y la cúpula de Foro que se adhirió a ella no lo hicieron por amor a la legalidad ni por respeto al procedimiento.
Lo hicieron para destruir la figura de quien fundó ese partido, lo lideró, lo hizo ganar, y luego lo abandonó con dignidad, harto de los mediocres que hoy lo habitan.
Que nadie olvide que el fiscal de este caso fue nombrado después de la sentencia absolutoria de la Audiencia Provincial y que lo primero que hizo fue recurrir lo que era evidente para cualquiera que sepa sumar y leer.
Una sentencia impecable y una demolición moral
El TSJA ha hablado con claridad. Ha desmontado, uno a uno, los argumentos del fiscal y de Foro. Ha explicado por qué no hay delito, por qué no hay dolo, por qué no hay apropiación ni desviación de fondos. Ha subrayado —con lenguaje técnico, pero implacable— que la gestión económica del partido recaía en una comisión directiva, que Cascos no tenía control directo ni acceso a las cuentas, y que todos los gastos fueron revisados, autorizados y aprobados por los responsables del partido. Lo sabían todos. Lo permitieron todos. Lo aprobaron todos.
Entonces, ¿cuál era la acusación? Básicamente, una fábula política. Una ficción creada para dañar a un adversario incómodo.
Pero ya se sabe: cuando las instituciones se usan para ajustar cuentas personales, lo único que se ajusta es la credibilidad del sistema.
Y en este caso, los daños colaterales alcanzan de lleno a Foro Asturias, que queda como un cascarón vacío, una agrupación sin alma ni prestigio, condenada a la irrelevancia.
El PP de Queipo, atrapado en su propio pacto
Y también al Partido Popular de Álvaro Queipo, que eligió pactar con lo que quedaba de Foro, sellando acuerdos con un Pumares que representa lo opuesto a la regeneración política que pregonan.
Este fallo, aunque formalmente no les mencione, les golpea de lleno en la línea de flotación. Porque si Foro ha quedado como un instrumento judicial en manos de intereses ajenos, el PP queda como cómplice ciego o interesado de esa maniobra.
Esta sentencia es mucho más que un archivo judicial. Es una restauración de la verdad. Una rehabilitación moral. Un acto de justicia que pone cada cosa en su sitio.Cascos sale absuelto. Y no solo judicialmente. Sale reivindicado. Su integridad en este asunto ha quedado blindada.
Foro, por el contrario, se hunde aún más en el descrédito. Y quien haya pactado con esa ruina política, tendrá que explicar, más pronto que tarde, por qué prefirió el cálculo ruin a la lealtad a los hechos.
Porque en política, como en la vida, hay momentos en los que el silencio, la prudencia y la decencia no se pueden delegar. Y este era uno de ellos.
(Sentencia del TSJA que ratifica la absolución de Álvarez-Cascos)

Español e hispanófilo. Comprometido con el renacer de España y con la máxima del pensamiento para la acción y con la acción para repensar. Católico no creyente, seguidor del materialismo filosófico de Gustavo Bueno y de todas las aportaciones de economistas, politólogos y otros estudiosos de la realidad. Licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo y en Ciencias Políticas por la UNED