
(Foto de portada: Borja Sánchez, Consejero de Ciencia, Industria y Empleo)
Por más que se quiera vestir de regeneración, lo que se vive en la Consejería de Ciencia, Industria y Empleo del Principado de Asturias es un ajuste de cuentas encubierto, una declaración implícita de fallos estructurales y una apuesta por una tecnocracia sin anclaje industrial real.
El nuevo orden post-Cerredo: negación oficial, reconocimiento implícito
La dimisión de Belarmina Díaz tras el trágico accidente de la mina de Cerredo no fue simplemente la salida de una consejera. Fue el derrumbe de una estructura política y administrativa que ya daba señales de agotamiento.
Borja Sánchez, reaparecido tras una dura baja médica, regresó al ruedo político convertido en superconsejero, con un mandato de «regeneración» que consistió en una limpieza total del equipo de su predecesora.
Lo curioso es que, en su entrevista, Borja niega que esto suponga un reconocimiento de responsabilidad política. Dice que los ceses obedecen al mandato de «regenerar».
Pero acto seguido anuncia la revisión de todas las explotaciones mineras y una mayor frecuencia de inspecciones. ¿Y eso no es admitir, de facto, que hubo fallos? Porque si todo funcionaba, ¿por qué aumentar el control? Bienvenida sincera por la intención de clarificar, pero no neguemos la evidencia de lo ocurrido.
El estilo Sánchez: negar con una mano lo que afirma con la otra. ¡Transparencia, sí, pero con cortinas tupidas!
La comisión parlamentaria sobre Cerredo, la judicial y las administrativas, más la anunciada investigación técnica, completan un cuadro que no necesita de muchas conjeturas: hubo un desastre, hubo responsabilidad, y ahora hay un intento de reconfiguración bajo el eufemismo de «nuevo comienzo».
Es lo que en marketing político se llama «reinicio sin pedir perdón».
El laboratorio por delante de la producción: la inversión de jerarquías
La selección de perfiles para dirigir las nuevas direcciones generales habla por sí sola: catedráticos, tecnólogos, investigadores, expertos en I+D. Una aristocracia del laboratorio que, sin duda, sabe mucho de ciencia, pero que probablemente no ha pisado una fundición ni tenido que negociar los turnos con los trabajadores.
En una empresa como Mercedes Benz, los investigadores no dirigen la estrategia: investigan en la dirección marcada por la estrategia. En Asturias, sin embargo, estamos presenciando un curioso experimento: los que deberían ser instrumentos se convierten en directores de orquesta.
El riesgo en sí mismo, es obvio: que la política industrial sea subordinada a una visión tecnocéntrica, desanclada de la realidad social y productiva. Pero ni siquiera será eso porque la escenita de una apuesta por una investigación no es más que la entrega de nuestra industria a otros intereses.
Y es que Borja Sánchez alaba en su entrevista las oportunidades ligadas a la industria de defensa y al desarrollo tecnológico. Menciona con entusiasmo que cada vez más inversiones vienen con un componente digital. Todo suena muy moderno.
Pero también suena mucho a Escribano Mechanical & Engineering, la empresa amiga del Gobierno que se está haciendo con Indra y que ahora aparece como nuevo epicentro del pelotazo industrial español.

¿Será esa también la Asturias industrial del futuro? Si la respuesta es afirmativa, habrá que preguntar cuál es el plan para los talleres, los siderúrgicos y los miles de trabajadores que no tienen un doctorado en nanotecnología.
Arcelor: de la política industrial al pensamiento mágico
En cuanto a Arcelor Mittal, la otra gran pieza del tablero, Borja exhibe una resignación disfrazada de expectativa. «Espero que en 2025 se puedan dar certezas«, dice. Pero esa frase, más que una declaración de intenciones, parece una plegaria.
De momento, no hay presión efectiva al Gobierno central, ni articulación con Bruselas, ni liderazgo regional visible para garantizar la continuidad del gigante siderúrgico.
Que el presidente Barbón haya delegado esta gestión en el deseo, y no en la acción, es otra señal de la debilidad política de la región. Porque no es Arcelor quien necesita que le recen; es Asturias quien necesita que alguien le negocie.
Borja, que se declara optimista pero prudente, parece más un portavoz de lo inevitable que un arquitecto de soluciones.
La mención de una posible nacionalización es descartada con rapidez y elegancia burocrática: «no nos compete como comunidad«. Claro, tampoco compete a la comunidad construir acererías. Aludir a un absurdo como el de nacionalizar Arcelor es ocultar lo necesario: que es esencial para el tejido económico, el liderazgo político consiste precisamente en influir y presionar para suprimir las trabas regulatorias que bloquean las inversiones de la siderúrgica. El no compete es el nuevo no me meto.
Entre apagones y parques de baterías: ni plan A ni plan B
El reciente apagón eléctrico nacional, del que Asturias salió sorprendentemente airosa, dio pie a una reflexión del consejero sobre las baterías y las centrales hidroeléctricas como alternativas de respaldo. Una buena observación, pero sin un plan claro. «Hay que hacer las cosas con planificación», dice. Lo cual, como todo el mundo sabe, es una manera educada de decir que aún no hay plan.
Las baterías siguen generando recelo en muchos territorios, y la hidroeléctrica es difícil de expandir por razones ambientales. Sin embargo, el consejero no concreta cómo se va a definir la ubicación, los criterios o el impacto. Ni una palabra sobre inversión privada o pública, ni sobre acuerdos con REE. Mucho principio, poca concreción.
Lo mismo ocurre con su promesa de revisar la estrategia industrial: «hay que fijar hitos medibles y revisables«, dice. ¡Bravo! Pero lo dice como si no llevara desde 2019 al frente del departamento. A este ritmo, la estrategia industrial de Asturias va a ser un éxito… en diferido.
Epílogo provisional: cuando la transparencia encubre la inacción
Borja Sánchez es, sin duda, un perfil respetable. Intelectualmente preparado y empático. Pero su gestión actual parece más una operación de control de daños que una propuesta de futuro. Habla de transparencia como quien habla de oxígeno, pero sin abrir ventanas. Confía en que las cosas vayan bien, pero sigue fielmente el talante de Barbón indispuesto para liderar rupturas.
En suma, Asturias asiste desde hace muchos años a una mutación preocupante aún más reforzada a cuenta del “efecto Cerredo”: de una política industrial gestionada (con sus luces y sombras) por industriales y técnicos con experiencia productiva, a una política representada, que no dirigida, por la elite investigadora.
Y eso puede estar muy bien para ganar premios en transferencia de conocimiento, pero no necesariamente para evitar apagones, garantizar acero o evitar muertes mineras.Nunca se habló tanto de energía y nunca se vio tan poca.

Español e hispanófilo. Comprometido con el renacer de España y con la máxima del pensamiento para la acción y con la acción para repensar. Católico no creyente, seguidor del materialismo filosófico de Gustavo Bueno y de todas las aportaciones de economistas, politólogos y otros estudiosos de la realidad. Licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo y en Ciencias Políticas por la UNED