
Imagen de portada, gentileza de LVA
La Asturias real —industrial, agraria y de PYMES y autónomos— quedó fuera del debate: hubo gestos, hubo poses, pero no hubo gobierno. Tampoco representantes.
El debate de orientación política en la Junta General confirmó lo esencial: el Parlamento de Asturias habla de casi todo salvo de lo que decide el futuro material de los asturianos.
-La crisis de la industria asturiana, otrora puntera, apenas figuró como telón de fondo mientras se agitaban temas de relumbrón.
-La prometida reindustrialización se dibuja, otra vez, como un pasillo estrecho: defensa sí —Indra incluida—, pero sin la industria diversificada que sostiene salarios, exportaciones y tejido proveedor.
I. Un Parlamento sin Asturias
Ni la siderurgia, ni el naval, ni la energía, ni el agro: la Asturias productiva brilló por su ausencia. En la práctica, la Cámara ignoró a quienes pagan nóminas e impuestos, y a quienes madrugan sin derecho a aplauso: autónomos y pequeñas empresas. El hemiciclo prefirió la estética del escaño a la contabilidad del taller.
La reindustrialización no puede ser un cartel publicitario: o es diversificada y medible, o es humo con uniforme.
II. Huerna y Gaza: el teatro de las distracciones
Importante, sí; suficiente, no. El peaje del Huerna se trató como bálsamo universal. No lo es. Asturias no se salva con un gesto, sino con contratos, inversiones y plazos.
Y mientras tanto, Gaza: minuto de silencio, comunicados, épica de exportación moral. Resumen: mucha luz en el atrio, poca luz en la fábrica.
Como en la Troya de Virgilio, se incendian talleres mientras los diputados discuten los adornos del templo.
III. Adrián Barbón, de salvavidas de Puente a rebelde en 24 horas
Adrián Barbón pasó del papel de defensor de Óscar Puente y del partido al papel de adalid contra su propio ministro. Voltereta perfecta, ligereza absoluta.
No hubo plan industrial, hubo imagen. No hubo hoja de ruta, hubo eslóganes. Asturias como atrezo de una biografía. Un pequeño Maquiavelo provinciano que cambia de piel sin construir región detrás.
El liderazgo se mide en hitos verificables, no en fotos de trinchera a conveniencia.
IV. Álvaro Queipo: buena consigna, poca munición
Álvaro Queipo habló de reforma fiscal para atraer inversión. Correcto. Pero evitó lo indecible: denunciar con nombres y cifras el coste de la presión fiscal y de las eco-regulaciones que ahogan la industria asturiana. Sin diagnóstico explícito no hay cirugía, solo analgésicos.
Jacinto Benavente lo habría descrito con ironía: se habla mucho, se escucha poco y se actúa nada.
V. Vox y el apocalipsis en piloto automático
Vox repitió el guion: “Asturias muere”, “chiringuitos por doquier”. Cierto, pero vago y genérico. El problema existe; el plan, no. La política no es un parte de defunción, es un presupuesto con prioridades.
VI. Foro (Adrián Pumares): escudero en búsqueda de asiento
Adrián Pumares pidió datos, trenes y transparencia. Bien. Pero todo olió a perfil bajo y a cálculo de listas para 2027. Asturias necesita ingenieros de obra, no topógrafos de sillón.
VII. La extrema izquierda de sueldo fijo
IU y Convocatoria amagan radicalidad en temas menores —asturianismo simbólico, fechas, llingua— mientras sostienen al PSOE en un gobierno que les asegura sueldos y despachos jamás soñados. La revolución termina en nómina.
Lampedusa lo escribió en El Gatopardo: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie.”
VIII. El periodismo del atrezzo
La banalización informativa copia el vicio parlamentario: mucha corbata, poco cuadro de mando; mucha crónica de gesto, poca contabilidad pública. Asturias necesita menos tertulia y más indicadores de desempeños industriales.
Valle-Inclán lo llamaría esperpento, Juvenal lo resumió hace siglos: panem et circenses. Aquí, corbatas y Gaza.
O ponemos la industria en el centro —con fiscalidad competitiva, desregulación sensata y contratos reales— o seguiremos discutiendo el color de la cortina mientras se vacía la fábrica.
Conclusión
Un debate de orientación sin orientación. Barbón cultivó su perfil; Queipo no rompió el marco; Vox reiteró el fin del mundo; Pumares esperó su turno; la extrema izquierda midió banderas. Y la Asturias que trabaja —la única que nos puede sacar del atolladero— quedó fuera del micrófono.
La tragedia se une a la farsa; aquí tenemos la tragedia industrial y la farsa parlamentaria.
Menos liturgia, más resultados. Menos palabras, más hitos. Menos distracciones, más Asturias.
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Español e hispanófilo. Comprometido con el renacer de España y con la máxima del pensamiento para la acción y con la acción para repensar. Católico no creyente, seguidor del materialismo filosófico de Gustavo Bueno y de todas las aportaciones de economistas, politólogos y otros estudiosos de la realidad. Licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo y en Ciencias Políticas por la UNED