Asturias Liberal > Economía > ArcelorMittal: Europa forja con ideología, India con energía

Fotografía de portada: activistas climáticos portando bengalas y pancartas e impidiendo la entrada y salida de camiones a la planta de Arcelor Mittal en Veriña (Gijón) el pasado 18 de mayo de 2024. David Aguilar Sánchez


Cada vez le es más necesario a Europa mirar a la India en muchos planos. Pero en el del acero, mas si cabe. ¿Por qué  ArcelorMittal crece en el mundo excepto en Europa? ¿Y por qué los aranceles de EE.UU nunca fueron el problema?

NOTA: Revisar también la prensa india es necesario para salir de la caverna de desinformaciones locales.

1. Energía: el peso invisible del precio

El acero no se fabrica con ideas, sino con fuego. Y el fuego cuesta. En Europa, el precio industrial de la electricidad y del gas natural es entre dos y tres veces mayor que en Asia. A eso se suma un coste añadido: el de pagar por emitir CO₂, regulado por el sistema europeo de comercio de emisiones (ETS, por sus siglas en inglés, Emissions Trading System). Cada tonelada de dióxido de carbono emitida por una acería cuesta hoy entre 70 y 90 euros, y el precio sube cuando la política climática se vuelve más ambiciosa.

El primer ministro de la India, Narendra Modi


En India no existe esa penalización. Allí el carbón sigue siendo el rey. La electricidad es más barata, los subsidios a la energía persisten y el Estado no exige un precio por el carbono. El resultado es un abismo estructural: una tonelada de acero europeo puede costar hasta un 40 % más que su equivalente asiática. La diferencia no es de talento ni de tecnología, sino del kilovatio y del carbono.

2. Normas, permisos y burocracias: el acero contra el papel

En Europa cada nueva política “verde” —el Green Deal, el plan Fit for 55 o el CBAM (Carbon Border Adjustment Mechanism, mecanismo de ajuste en frontera por carbono)— se traduce en más formularios, auditorías y demoras. El objetivo es loable: asegurar que el acero europeo sea limpio, trazable y responsable. Pero el coste de cumplir con esas normas reduce la velocidad de inversión.

La Comisión Europea debe autorizar cada ayuda pública antes de que un gobierno nacional la entregue. Eso hace que las fábricas esperen mientras los expedientes viajan de Bruselas a las capitales. En la India, el camino es inverso: el Gobierno central considera el acero “sector estratégico” y lo impulsa con exenciones fiscales, permisos rápidos y depreciaciones aceleradas. La burocracia europea revisa; la india empuja.

3. Demanda y logística: el hambre del mercado

Europa consume mucho acero, pero ya no crece. Su consumo per cápita ronda los 330 kg por persona y año, y se mantiene estancado. La industria del automóvil —gran cliente de las acerías— atraviesa una transición incierta hacia el vehículo eléctrico, que requiere menos acero y más aluminio. La construcción, mientras tanto, sufre las restricciones urbanísticas y medioambientales.

En la India, el panorama es el inverso: apenas 95 kg por persona y año, pero en aumento constante. El Gobierno de Narendra Modi ha lanzado un programa de infraestructura sin precedentes: autopistas, ferrocarriles, puertos y vivienda social. Cada nueva carretera es acero. Cada vagón, acero. Cada metro de metro, acero. Por eso ArcelorMittal y Nippon Steel han anunciado inversiones por 30.000 millones de dólares en el país. La lógica es sencilla: en la India el acero tiene futuro; en Europa, pasado perfecto.

4. Mano de obra y demografía: la juventud del fuego

El obrero siderúrgico europeo tiene experiencia; el indio, juventud. La población activa en Europa envejece y escasea. Los salarios industriales son altos y la formación técnica, limitada.

Los sindicatos protegen empleos pero dificultan reconversiones rápidas.

En la India, el sector cuenta con una reserva casi inagotable de trabajadores jóvenes y un sistema público de formación profesional —los Industrial Training Institutes— que abastece de técnicos básicos a las plantas. Para una multinacional, eso significa que el coste de transformar una planta o de ampliar producción es mucho menor. Europa mantiene la calidad; la India suma la cantidad.

5. Descarbonización: virtud o condena

El nuevo mantra europeo es el acero verde. En teoría, una revolución: sustituir los altos hornos que usan carbón por sistemas basados en reducción directa de mineral de hierro (DRI) alimentados con hidrógeno verde y hornos eléctricos de arco (EAF). En la práctica, el reto es colosal. El hidrógeno verde —producido con electricidad renovable— sigue costando más del triple que el gas natural. Y la infraestructura necesaria para transportarlo o almacenarlo apenas existe.

Sin un suministro continuo y barato, el acero verde es inviable sin subsidio. La India, en cambio, no tiene prisa. Sus compromisos climáticos son más laxos y puede seguir usando carbón sin sanciones internacionales. Mientras Europa paga por emitir, la India crece sin pagar. Y cuando llegue el momento del cambio tecnológico, lo hará sobre una base industrial ampliada y más rentable. La paradoja es brutal: Europa encabeza la ética del acero; la India, su economía.

6. Capital y rentabilidad: la forja de los números

Una siderurgia europea genera un retorno sobre el capital empleado (ROCE) —el beneficio que obtiene por cada euro invertido— de entre el 3 % y el 6 %. Es poco para un sector de riesgo y ciclos largos. En la India, el mismo indicador se mueve entre el 11 % y el 14 %. La diferencia no solo proviene de los costes energéticos, sino de los márgenes de venta, los impuestos y la velocidad de permisos.

En Europa, las grandes inversiones dependen de ayudas públicas o créditos blandos. En la India, el capital privado entra por rentabilidad pura. El acero europeo subsiste por política; el indio prospera por negocio.

7. Dependencias y tablero global: el precio del proteccionismo

Durante la presidencia de Donald Trump, Estados Unidos impuso aranceles al acero europeo. La Unión Europea respondió con medidas compensatorias y la Organización Mundial del Comercio (OMC) trató de mediar. Bruselas logró una cierta protección temporal, pero no cambió el fondo: Europa importa acero barato de Asia y exporta acero especializado caro. Vive en un equilibrio frágil, sostenido por reglamentos y diplomacia.

La India, mientras tanto, juega en otro tablero: es autosuficiente y exportadora neta. Sus empresas no dependen de la benevolencia de Washington ni de Bruselas, sino de la demanda asiática y africana. El país puede fijar precios internos, incentivar su industria y acumular reservas de carbón o mineral de hierro sin pedir permiso a nadie.

Epílogo: la paradoja del acero ideológico

Europa ha hecho del acero una causa ética: bajo en carbono, justo con el trabajador, regulado hasta la extenuación. La India lo entiende como una palanca de poder: barato, abundante, sin culpas.

La burocracia de Europa se erige en la conciencia del planeta y de eso vive; la India sigue la senda de las verdades energéticas. La conciencia, cuando se divorcia de la realidad económica, se vuelve costosa.

La pregunta que queda en el aire es:

  • -¿Europa logrará convertir su virtud en ventaja —es decir, conseguirá producir acero verde más eficiente, no solo más puro?.
  • -¿O por el contrario deberá abandonar de plano el activismo climático.
  • Mientras se lo piensa el mundo avanza.

Porque el mundo no comprará acero por ideología, sino por precio. Y si la vieja Europa no lo entiende a tiempo, el futuro se fabricará en los hornos ardientes del subcontinente indio.


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