El jueves por la noche empezó la campaña electoral y ya saben lo que supone: mitin aquí, pegada de carteles allí, acto simbólico allá… semanas de mensajes repetitivos, promesas de amor eterno y algún ataque más o menos velado al enemigo principal pero midiendo las palabras porque no somos como ellos.

Llegamos exhaustos al inicio de la campaña. Pedro Sánchez se ha pasado las últimas semanas prometiendo ayudas para casi todos: viviendas públicas, bonos para jóvenes, agua para el campo, contenido para la España vaciada… tanto ha prometido que ha conseguido convertirse en una parodia de sí mismo.

Si su credibilidad es más que cuestionable por sus continúas mentiras, la inclusión de determinados personajes en las listas electorales de su socio parlamentario, aquel con el que no pactaría, ha venido a finiquitar eternas jornadas de falsas promesas que tardarán años en materializarse porque poca reflexión hace falta hacer para darse cuenta de que decenas de miles de viviendas públicas y millones de hectómetros cúbicos de agua no se realizarán en cuestión de meses.

Todas estas tonterías, no sabemos si surgidas del edificio de Semillas o directamente de la cabeza del presidente, han venido a aguar la fiesta a los barones socialistas que se están viendo entre la espada y la pared por tener que dar la cara por Sánchez en sus feudos.

Pero sin duda, lo más negativo en este comienzo de campaña ha sido el debate sobre las listas electorales de Bildu. No ha estado acertado el PSOE y si la noticia surgía el miércoles, demasiadas horas pasaron hasta que los argumentarios llegaron a las primeras filas del grupo parlamentario y del gobierno, dejando ya para el viernes las declaraciones del resto de líderes autonómicos que corrieron, con cierta prudencia, a cerrar cualquier pregunta incómoda por parte de la prensa.

Lo de la portavoz del PSOE, Pilar Alegría, y ese vídeo unidireccional en el que dice que sí, que las listas de Bildu no les gustan pero remarca a continuación que les parece muy mal que la oposición use a ETA y al terrorismo con fines partidistas, es triste, desafortunado y, sobre todo, cobarde.

Barbón ha tardado demasiado en reaccionar y ayer viernes recurría a la indignación para desmarcarse del asunto y evitar que prensa y oposición le atacaran por ese flanco. Buen movimiento aunque mal programado.

Tendrá que hacer cosas muy parecidas en lo que resta de campaña porque la sensación de derrota en el PSOE no deja de crecer y Pedro Sánchez, al que alguien debería convencer de que la agenda internacional no da votos, volverá a transfigurarse en ese feriante de antaño que te daba una escopeta trucada para que jamás atinaras al blanco.

Lo hasta ahora escrito refleja muy bien la idea troncal del texto: no hay campaña autonómica.

Hemos recogido en nuestra encuesta electoral que el bloque de la izquierda mantendrá el poder en Asturias. Parece claro. Barbón así lo ve. Frente a la intensa campaña desarrollada por Sánchez, el presidente regional ha optado por un perfil bajo, muy centrado en el reconocimiento de lo hecho en los difíciles momentos en los que ha tenido que gobernar y alejándose de polémicas estériles y debates fútiles. No va a conseguir más votos pero debe evitar perder los que tiene. Le sirve.

No cuenta con la mayoría necesaria para gobernar y una vez asumido ese planteamiento lo más inteligente es consolidar el resultado y negociar a posteriori la composición del gobierno regional. Ha sugerido medidas para favorecer la natalidad centradas en las escuelas de 0 a 3 años, compromisos con los mayores para evitar su soledad, se ha fijado en el residente exterior, potenciará el turismo, las renovables, la sanidad… Medidas agradables, bonitas, incuestionables… Medidas de perfil bajo para una campaña discreta.

Ya no le preocupa a Barbón el desembarco de Canga. No ha cuajado. Proyectamos en la encuesta el paso del PP de 10 a 13 diputados que bien podrían haberse logrado con un eficaz candidato regional. Por tanto, no es el de Canga un liderazgo generador de adhesiones.

Si bien llegó a Asturias con cierto ímpetu que, llevado por la euforia, le llevó a pronunciar declaraciones más o menos efectistas, sumadas a ese halo de gestor europeo proveedor del maná sagrado, no ha sido aceptado por los asturianos. El incremento de diputados viene más motivado por la desaparición de Ciudadanos que por un efecto cohesionador de Canga, quedándose con 3 de los 5 naranjas en descomposición.

La reunificación del centro derecha no pasa por el PP de Canga. Habrá que ver si finalmente consigue que el votante indeciso se vaya al PP y arañe algún diputado a Vox y a Foro. La formación verde afronta en estas elecciones la pérdida del excelente diputado Ignacio Blanco, muy beligerante en la JGPA. Su relevo, Carolina López, con todavía poca proyección pública, deberá esforzarse mucho y esperar que la inercia nacional la acompañe.

Los foristas, muy tranquilos tras años convulsos, se fían de lo sentimental: esperan que el votante que recuerda a Moriyón como una buena alcaldesa de Gijón lleve también la papeleta autonómica de Pumares. Eso, junto con los restos de la circunscripción central, pueden asegurarle el asiento. El segundo diputado lo fía a la buena imagen del alcalde de Salas, Sergio Hidalgo, que participa también en la lista autonómica de Foro por el occidente.

En la otra parte del espectro ideológico, IU sigue fiel a sus resultados y espera repetir los dos que ahora tiene. Parece fácil. Queda la duda sobre cómo se resolverán las guerras internas en Podemos. Si la tendencia nacional ya es claramente decadente, las guerras entre facciones, hecho históricamente frecuente, puede llevar al votante a buscar en IU e incluso el PSOE la tranquilidad en estos difíciles tiempos.

Barbón a ralentí, Canga a seguir esforzándose, Tomé a remar entre dos aguas, IU centrada en sus cuestiones, Foro a la búsqueda de la identidad asturiana y Vox a resistir y mejorar tras un importante relevo en su liderazgo.

Veremos.