Asistí en la mañana del 16 de mayo a la concentración del mundo rural de nuestra región en protesta por las injustas y antieconómicas políticas del gobierno regional de Barbón para con ese importantísimo sector. Una vez más se mostró el hartazgo de ganaderos y agricultores, los cuales deberían obtener el apoyo mayoritario de todos. Y lo tienen, claro.

La encuesta aplicada y publicada en Asturias Liberal lo muestra con claridad y es agradable constatar que no existen críticas públicas a sus quejas más allá de algunos apuntes de ideólogos de los ecosistemas. Si bien nadie protesta por las protestas, es cierto igualmente que hay maniobras para diluirlas y para mostrar un sector primario que no existe y destacar un entramado confuso de falsas iniciativas o emprendimientos aislados.

La Asturias oficial (no la real) considera a esas iniciativas como brotes verdes del «potencial» del campo asturiano. Y si contrarrestar la realidad resulta reprochable, hacerlo para convertir la masiva y fundada queja del mundo rural en un ruido injustificado, pasando por encima de lo que cada día viven sus protagonistas, es aún peor. Un ejemplo de estas iniciativas sobrevaloradas interesadamente estuvo en el acto celebrado día 10 de mayo en Oviedo, cuyos contenidos y organizadores pueden verse en la imagen que aquí se ve.

Y esta reflexión enlaza exactamente con el título del artículo. No hay un progresivo desmantelamiento del campo asturiano solamente, pues la queja, más que razonable, proviene también de toda España y de parte de Europa. A caballo del ecologismo inserto en la Agenda 2030 y en la médula de la UE, todo apunta a un plan de desmantelamiento de gran parte del sector primario del sur de Europa y a sustituir sus menguantes producciones con las provenientes del norte de África, especialmente de Marruecos.

¿Cuál es el «beneficio» de este traslado masivo? Aparentar. Nada más que aparentar que Europa se convertirá en un paraíso verde mediante la transferencia de culpas por el calentamiento global hacia el medio rural productivo. Culpas que parten de una mala premisa: que el sector terciario (el de los servicios y la alta tecnología) no consume energía. Lo hace y en cantidades masivas.

«La imparable producción de dispositivos y la enorme capacidad de supercomputación en un mundo hiperconectado cuyo volumen de datos crece de forma exponencial hacen prever que la tecnología pase a duplicar en 2030 su peso dentro del consumo energético mundial hasta suponer el 20% del total» tal y como reconoce Christopher Wellise, jefe de sostenibilidad de la multinacional Hewlett Packard Enterprise (HPE). Y lo hace con el conocimiento de los ideólogos ecologistas y de los políticos que se suben a ese carro apoyados por intereses poco claros. Un claro caso de mera hipocresía y clara desnacionalización del sector primario.

Y, ¿cómo se articula ese traslado agrícola hacia el norte de África? Un hito muy importante data del acuerdo de «libre comercio» firmado entre la UE y Marruecos en el año 2005 y renovado en años sucesivos. En él se prefiguraba el recorte de producción y exportación al campo y a la ganadería españolas en beneficio de la del vecino norteafricano.

Tal es así que el propio Parlamento Europeo impulsó compensaciones, es decir, subvenciones al campo español por los perjuicios que ese «libre comercio» produciría y produce al sector primario de España. Es decir, dádivas para acallar las protestas por el perjuicio. Dádivas, por tanto, que no revelan más que el ánimo firme de desmantelarlo.

Por lo mismo está el tema de los regadíos, cuya importancia no es preciso argumentar, tanto para la agricultura como para regular los efectos de las sequías sobre la disponibilidad de agua para cualquier tipo de consumo humano.

Mientras se desmantelan embalses en toda Europa y, en especial en España, Marruecos destina cantidades muy importantes a la construcción de esas infraestructuras para ese mismo destino. La UE subvenciona a Marruecos para paliar la devastación que produce la falta de agua bajo el destino muy ecologista de «facilitar el acceso de la mujer al emprendimiento agrario» o «paliar los efectos sanitarios adversos producidos por las escasa lluvias».

Destinos todos que presuponemos a dónde irán a parar ( a competir con nuestros productos), y es que, dada la picaresca que ya hay en Europa para burlar los destinos de sus fondos, aún es mayor ésta en el caso de fondos europeos enviados fuera de Europa.

Con todo ello no quiero más que remarcar la importancia del contexto al tratar la grave situación del medio rural asturiano, que no es asturiano en esencia, sino español. Y es español bajo los condicionamientos euroecológicos contra los que se debe luchar.

La defensa, pues, de ese medio rural es asturiana y española. Y no se debe centrar únicamente, aunque necesariamente también, en tomar la calle, civilizadamente por supuesto, para trasladar al gran público un problema que es de todos.

Debe también tomarse conciencia por parte de las personas que trabajan con la tierra y con el ganado para que ejerzan una presión hacia adelante. De ellos a las organizaciones agrarias, de éstas a los estamentos ilustrados de la sociedad (economistas, juristas, políticos de base); y desde ahí, a los partidos políticos regionales y nacionales para que legislen y gestionen a favor de su sector, que es, insisto, el de todos.